
Algeciras siempre fue muy peliculera. Osea, que le gustaba mucho el cine.
Y prueba de ello fue la abundancia de salas de invierno y verano que llegaron a coexistir cuando era una pequeña ciudad con bastante menos de cien mil habitantes. Una docena de proyectores se ponían en marcha los días de veranos para satisfacer tanta afición. Era tan grande esa locura cinéfila del personal que la única manifestación que conocimos en tiempo del oprobioso Franco fue la motivada por la subida de los precios de las butacas. No pocas de lasnumerosas carteleras que anunciaban los estrenos por las aceras de la ciudad, aparecieron tiradas al mar desde el Paseo Marítimo.
El Casino Cinema llamado antes “Pabellón del Casino” fue un edificio construido en 1915 y en principio, fue la caseta de feria del Casino de Algeciras y reconvertido posteriormente en cine y teatro. Fue demolido en 1970 para dolor de muchos.Las grandes carteleras pintadas a mano secándose junto a sus escaleras laterales fue una estampa costumbrista que no volverá.
Fue a partir de 1945 cuando empiezan a construirse cines en Algeciras: “Florida”(1945), ”Fuentenueva” (1957), “Terraza”(1960), “Almanzor”(1970),“Lis”(1980), “Magallanes”(1987), “Baluarte”(1996).
A estos, súmenle los que se apellidaban “de verano”: Sevilla, Avenida, Delicias, Terraza, Alegría, El Mirador, Fuentenueva. Poco a poco todos estos cines van desapareciendo y el último de ellos “El multicine Las Palomas” desaparece en el 2002, tras la inauguración del U.G.C. Cine Cité en Palmones.
En aquellos años históricos de mucho y buen séptimo arte, los folletos alargados con las películas, los actores, los horarios y los anuncios de Créditos Rucas eran repartidos a las puertas de los cines. Se imprimían diariamente en Imprenta “La Española”, propiedad de Paco González, excelente persona yaficionadopromotor de boxeo en la ciudad.
Los “carrillos” a las puertas te surtían de chucherías aunque podías también surtirte en el Ambigú –preciosa palabra ésta- dentro del local.
Aun así, y para los más comodones, había servicio de entrega en el patio de butacas, una vez comenzada la proyección. Niños llevando un cajoncillo colgado de los hombros por una correa o portando un cubo con hielo pregonaban su mercancía en voz baja, musitando el pregón aquel: “Oiga, ¡llevo las pipas, los chicles, los caramelos. Hay gaseosa, orange, oiga!”
En invierno, y por el mismo precio, sesiones dobles y triples se convertían en un maratón cinéfilo. Súmenle los nodos, noticiario de actualidad donde el Generalísimo Franco siempre andaba inaugurando pantanos. Y te daba tiempo a acabarte elbocadilloayudado por el café con leche llevado desde casa en botellín de cerveza con su tapón de corcho. Y a las parejas trastear por lo bajinis en la fila de los mancos mientras sus “carabinas” (sobrinos mayormente) gorroneaban invitados por el novio a chocolatinas mirando hacia la pantalla.