
El dictamen jurídico que avala la viabilidad y legalidad para convertir La Línea en una ciudad autónoma ha caído como un jarro de agua fría entre los partidos que se oponen abiertamente a esta posibilidad. Uno de los bastiones del programa electoral de La Línea 100×100 como es el discurso localista sale, con este dictamen, reforzado.
De este dictamen jurídico, yo destacaría tres aspectos distintos. Por un lado, su relevancia como documento para hacer valer la singularidad de la ciudad, que justifica plenamente. En segundo lugar, el complejo proceso legislativo que conlleva. Y, por último, la explicación pública a la ciudadanía sobre por qué se valora esta posibilidad y qué ventajas puede conllevar.
Dicho todo eso, el camino real para llegar a convertir la ciudad en una autonomía es muy, muy complejo. Y requiere el concurso de las administraciones superiores y las más altas instituciones del Estado. Por todo eso, entiendo que el alcalde linense aseguró el jueves que iniciaría una ronda de negociaciones con todos los partidos políticos para conocer sus impresiones sobre este proyecto y si lo apoyarían. O darían alguna alternativa diferente.
En la situación en que está la ciudad, es evidente que esta sonora propuesta más que tener la base de una demanda ‘indepe’ o sentimientos separatistas, es un intento por conseguir el reconocimiento de una especificidad. La Línea busca su supervivencia y la mejora de sus condiciones de vida.
Y esa singularidad es una reivindicación histórica linense. Por su condición fronteriza con Gibraltar, por sus circunstancias concretas, por su falta de modelo económico y, sobre todo, por la falta de soluciones desde sus inicios, pese a la servidumbre que le provoca la política de Estado.
La Línea busca en la autonomía la salida a su hartazgo para intentar captar fondos europeos, un régimen fiscal y la creación de un clima político, económico y social que trate con garantías, recursos y entidad un problema que supera las competencias de un municipio.
Al tiempo, la posibilidad de dotar de estos recursos a La Línea aliviaría las arcas de la Junta de Andalucía y de la Diputación Provincial de Cádiz, como destaca el informe. Y permitiría a la ciudad disponer de un mayor oxígeno financiero y capacidad de actuación para empezar a cambiar dinámicas que necesitan soluciones diferentes a las que se han intentado hasta ahora. La Línea necesita un plan de trabajo concreto, ambicioso y amplio en el que se aborden todos sus retos. Que son muchos y requieren dinero, imaginación y constancia.
Por eso considero que si realmente molesta tanto este dictamen a los partidos que no están de acuerdo con que La Línea se convierta en una autonomía, solo tienen que hacer una cosa: brindarle una solución real. Hasta ahora, en 149 años de historia, no lo han conseguido. Pero nunca es tarde si la dicha es buena.
En el tiempo que muchos de nosotros no conoceremos, la ciudad de La Linea llegará a tener su independencia o absorbida por Gibraltar. La entrada a frontera dentro de ambas ciudades esta totalmente cerrándose por demanda de las poblaciones y de visitantes, por lo que la frontera tendrá que desaparecer a pesar que su existencia beneficia a los dos Gobiernos de España y Gibraltar que ganan con el contrabando de tabaco, vendiendo, requisitando, reenvalsando para volver a venderlo y son los motivos por lo que no se ponen de acuerdo para igualar el precio o aproximarlo.