
La vocación guía a las personas a tomar ‘su camino’ correcto en la vida. Desempeñar una profesión que amas hace que, en ocasiones, no sientas que estás trabajando. Y esa concretamente es una de las tantas reflexiones de Rocío, una bailaora de flamenco de Tarifa que por cuestiones de la vida ha tenido que pasar seis meses visitando la planta de oncología del Hospital Punta de Europa, lugar en el que ha podido ver la grandiosa ‘humanidad’ que brota de los sanitarios con sus pacientes.
Hace cuestión de meses le diagnosticaron cáncer de mama y pese a que no abandonó su pasión, que es el flamenco, su vida dio un pequeño cambio. Comenzó a visitar el hospital algecireño cada miércoles para asistir a su ciclo de quimioterapia y allí conoció ‘la mejor medicina’ que jamás podría haber encontrado, las enfermeras de la planta oncológica cuya labor en palabras de Rocío no son más que muestras de admiración, amor y agradecimientos.
En declaraciones a Área, la bailaora nos cuenta cómo ha afrontado esta batalla a la que ha tenido que enfrentarse y cuáles han sido sus ‘píldoras de vida’. «Desde el momento en el que entré supe que eran especiales. Sigo con las mismas enfermeras desde el principio dentro de los cambios que se producen, como nuevas personas, otras que llevan mucho tiempo pero estaban en otra zona, pero en general estoy con todas desde el principio. Y ellas han sido mis ganas de ir cada miércoles a la quimio«, explica.
Para Rocío, las personas no valoran la labor y las fuerzas con la que estos profesionales tratan a sus pacientes: «cuando se hacen cosas que pueden alegrar a los pacientes se agradece. Yo lo veo por los dos lados», desde el artista que va y otorga felicidad, como el paciente que lo recibe. «Esa capacidad de ofrecer esto es brutal, el simple hecho de que todos los días vayan dos o tres voluntarios para hablar con los pacientes, que den conversaciones… Las labores humanitarias tanto de gente que están allí para escuchar como para contar su experiencia está muy bien. La música nos ayuda, el baile, el deporte, la mente se desvía, desconecta y para los pacientes que tienen unos diagnósticos a veces duro, es vital».
Objetivo: humanizar
Dentro de la espectacular labor que hacen estos sanitarios, que aprovechan cada minuto libre que tienen para poder grabar junto al torbellino de la sala, Rocío, un vídeo bailando, la Asociación Arte en Vena también realiza unos esfuerzos fundamentales.
«La asociación la llevan Alicia Carrasco y José Manuel León, ellos son muy partícipes de ayudar y fomentar lo que es ‘lo nuestro’. En la sala de quimioterapia hay infinidad de pacientes con enfermedades muy complicadas, aquello es un mundo».
Pero dentro de lo que cabe, Rocío asegura ser «dichosa» ya que su tratamiento es uno de los más leves, «mi quimioterapia ha consistido en cuatro ciclos más severos y luego han venido doce que han sido alternados en el tiempo. En la larga por ejemplo he estado cuatro horas y pico, y en las cortas dos horas y algo. Pero es que hay gente que se pegan desde seis hasta ocho horas, quieras que no con las acciones que se llevan a cabo desde la asociación, que te escuchan, se sientan contigo para animarte, compartir experiencias, todo se hace más ameno. Por su parte las enfermeras ponen todo lo que tienen en su mano para que los pacientes lo sientan allí, no dejan de tratarnos a todos por igual. Ellos se enfocan en la necesidad de cada uno, de cómo somos».
El baile, su pasión
Comenzó a bailar cuando apenas tenía cuatro años, y ahora de mayor ha formado su escuela en Tarifa. Además, quiere dejar claro que el cáncer no ha parado su vida.
«Las actuaciones las sigo igual, con la idea de poder seguir bailando y de poder hacerlo al nivel y al ritmo que mi cuerpo permite. Pero siempre sin dejar mi pasión de lado, el bailar. Intento buscar la forma de poder disfrutar de lo que hago y amo, que es el flamenco, que me da la vida».
Ahora le toca enfrentarse al último escalón de su primera batalla, el primer tratamiento de quimioterapia que finaliza el próximo martes y tras unas semanas de ‘vacaciones’, se pondrá en marcha para afrontar su segunda batalla y así «vencer la guerra».
«Es fundamental que valoremos la labor que se realiza en esas cuatro paredes. Las personas que están allí son el verdadero significado de la vocación, y si no la tienes, estas perdido porque el sitio lo merece«.