La terna y Victorino salvan la feria de Algeciras

Ángel Modesto / Algeciras (Cádiz)

Lo bueno llegó al final. El tridente Ferrera, Chacón y Simón dieron la cara y triunfaron frente a una corrida interesante de Victorino. La hecatombe del serial se evitó y “Las Palomas” volvió a recuperar su identidad.

Hablar de Ferrera y Victorino es decir simbiosis de triunfo. Conocedor del toro de la casa y lidiador total de los tercios, el extremeño se cruzó con Estudioso, un ejemplar bajo, serio y de pitones acaramelados que regaló un sinfín de embestidas para soñar y disfrutar. Cierto es que le faltó un tranco final pero siempre acometió colocando la cara abajo y con mucha clase. A este cuarto, Ferrera lo cuajó por el lado derecho (pitón del toro) con muletazos sometidos y de largo trazo. Lo mostró por el izquierdo, aunque el toro tenía otro viaje. Unos derechazos con la ausencia del ayudado sirvieron de broche a una gran labor. Volvió a interpretar su particular suerte de entrar a matar colocándose a mucha distancia de la jurisdicción del animal; una estocada hasta las cintas alentó la concesión del doble premio y la merecida vuelta al ruedo al toro. Frente al que abrió plaza, ofensivo y con cuajo de cinqueño, estuvo por encima de un animal que terminó reponiendo en las telas.

A ese rescate de salvación se apuntó Octavio Chacón que logró una gran faena del que hizo quinto, otro cinqueño ofensivo y con cara que tuvo buenas condiciones para el triunfo. Resolvió el invite con su particular capacidad lidiadora logrando series compactadas y rotundas por ambos lados. Una estocada baja no correspondió al alto nivel logrado. Frente al primero de su lote, un toro de embestidas broncas que no terminó de entregarse, volvió a relucir todo su buen oficio. Lo paró con mando sobre las piernas hasta rematar con una media en el centro. Franela en mano, Chacón aplicó la receta del temple y la técnica para combatir las duras exigencias del animal. Fue ovacionado tras una estocada y dos golpes de verduguillo.

El madrileño López Simón hacía estreno con victorinos. Una fea cogida tras recibir de capote al que cerraba plaza presagió malos augurios. Tras unos minutos angustiosos, el diestro de Barajas volvió a la cara del toro para continuar una labor de quilates de principio a fin. Temple, mando y buena colocación fueron las bases de una faena de doble trofeo. El usía, con buen criterio, volvió a sacar el pañuelo azul para conceder la vuelta al ruedo a Mecatero. En el tercero, Alberto estuvo discreto frente a un cinqueño que dijo poco. La foto final de la terna a hombros, junto al mayoral, salvaron los muebles de una feria que parecía condenada.