
¿Cruzarías una línea en tu vida sin vuelta atrás, con compañeros de viaje que nunca imaginarías, por buscar un bien común? ¿Lo harías? Si la respuesta es sí, esta es tu novela.

CAPÍTULO 1
“Maestro, ¿tú cuánto cobras?”- fue todo lo que oyó Pablo tras abandonar por enésima vez el temario para dar una de sus charlas a la clase. Ese día no contestó su típico “menos de lo que merezco por aguantaros”, venía de hablar con un par de ex alumnos que habían ido a saludarle y se había quedado con mal cuerpo al oír que no les iba muy bien.
Sin embargo, el alumno no esperó respuesta y continuó su monólogo: “Pues yo cojo 1000 pavos la noche haciendo de punto”.
Se hizo un silencio enorme en el aula que solo rompió el timbre del recreo.
CAPÍTULO 2
Pablo había estado rumiando todo el día lo que había pasado por la mañana. Le hacía sentir peor lo que le habían contado sus exalumnos que el comentario del joven punto, y no sabía por qué relacionaba ambas cosas.
Javi y Elena, sus antiguos alumnos, le habían contado que habían cambiado de ciclo y de carrera por no poder permitirse pagar la matrícula o haber perdido la beca por haber tenido su madre tres pagadores diferentes.
Y le dolía escuchar eso. Le dolía porque los recordaba cuando los conoció con apenas 13 años y los vio crecer hasta ser mayores de edad. Sabía lo que habían trabajado, lo que sus padres se habían esforzado. Y ahora la economía dificultaba su camino.

CAPÍTULO 3
Pablo llevaba más de diez años viviendo en La Línea. Vino de su Valencia natal como sustituto y se quedó, en principio por una relación con una compañera sevillana que no acabó bien. En cambio, el afecto y cariño por la ciudad resultó ser más fiel y duradero. Aprendió a comprender bien el lugar y sus habitantes, siempre se sintió como
en casa.
En esos años tuvo conciencia del abandono de la ciudad por parte de las autoridades de todo tipo, parecía que por tener un vecino rico al otro lado de la verja había que deteriorar más lo de este lado. Nunca entendió por qué no se fomentaba más la colaboración que la separación, sobre todo por la juventud de la zona.
CAPÍTULO 4
Ya por la noche, justo antes de acostarse, le vino a la cabeza la frase de un personaje de su serie favorita, Lester Freamon de The Wire, que se había aprendido de memoria:
Ha llegado el punto donde no me queda tiempo ni paciencia para rendirme a las necesidades del sistema para el que trabajamos. Estoy cansado.
Y entonces comprendió por qué había relacionado todo lo sucedido en el día y decidió que tenía que cruzar la línea.

CAPÍTULO 5
Fijó la reunión de madres y padres para la semana siguiente. Sabía que vendrían pocos de su tutoría de 2o de ESO y para evitarlo tenía que inventarse una buena excusa. En principio, desde jefatura se extrañaron de esa reunión pero dieron el visto bueno. Ahora el objetivo era conseguir que viniese el mayor número posible de progenitores, así que les escribió por iPasen a los padres y les dijo que les esperaba para algo urgente sobre sus hijos, sin añadir nada más, creyendo que el misterio le beneficiaría.
Se equivocó. El día de la reunión solo había tres madres en el aula. Pero, sin saberlo, tuvo la suerte de que una de ellas fuese Mari Luz.
CAPÍTULO 6
Mari Luz era la madre de Izan. Ella había estudiado en el centro hacía ya algunos años, antes de que Pablo llegase. Había sido una alumna bastante buena con notas altas pero al empezar Bachillerato, abandonó los estudios para dedicarse a vivir con su entonces novio y con la familia de él que se dedicaban a guardar en casa los paquetes de los narcos a cambio de una cantidad suculenta de dinero.
Ella se había acostumbrado a la incertidumbre y al miedo de la patada en la puerta de casa de madrugada. Quería a su marido y no pensaba en sus decisiones pasadas, pero sí estaba muy atenta y preocupada por el futuro de sus hijos. Y por eso había acudido a la reunión.

CAPÍTULO 7
Al salir de la reunión, solo quedaban Pablo, Mari Luz y otra madre, porque la tercera salió pronto al ver que el tema no le interesaba. Se despidieron atropelladamente, pero el asunto de la reunión les venía a la cabeza durante varios días.
Mari Luz no daba crédito a lo que el profesor de su hijo había planteado, les había dicho que las personas que se dedicaban al narcotráfico en la ciudad colaborasen con el dinero que obtenían e invirtiesen parte de él en el AMPA del centro para destinarlo a mejorar las aulas y a una especie de becas para alumnos con pocas posibilidades económicas.
Y lo más sorprendente es que no se sintió juzgada, más bien se le pedía colaboración.
CAPÍTULO 8
Pablo salió de la reunión nervioso. Haciendo un repaso mental de lo que había dicho, comprobó que se le habían olvidado un par de cosas, pero no lo importante.
Él nunca entendió por qué el dinero que se incautaba en las redadas no se invertía en la ciudad. Por eso, fue directo a las dos madres que habían acudido a la reunión y les dijo que ya que el dinero no era limpio, podían hacer algo positivo con él ayudando a los chavales de la ciudad y a sus propios hijos. Porque de esta forma se rompía la cadena y ellos tendrían más opciones que elegir el camino de sus padres. Incluso pensó en citar versos de Miguel Hernández de El niño yuntero, pero quizá hubiera sido demasiado.

CAPÍTULO 9
Para Pablo fueron duros los días posteriores. Había dicho sin tapujos lo que sentía que debía decir, pero luego recordaba la figura de su padre, hombre íntegro y honesto, su modelo a seguir desde pequeño, y creía que si viviese, se sentiría
profundamente decepcionado. Lo recordaba en la calle defendiendo a sus vecinos de las cargas policiales en las que acabó la manifestación que hicieron contra el daño que la droga estaba creando en el barrio a principios de los 90 o a su lado formando parte de Salvem el Cabanyal contra la especulación urbanística del ayuntamiento a finales de esa misma década.
La conciencia, se repetía. La conciencia con la cara de su padre.
CAPÍTULO 10
Mari Luz miraba sentada desde la mesa de la cocina a sus dos hijos. Desde que sus padres decidieron romper lazos con ella, eran el centro de su vida. Estaban de nuevo con la Play, al menos Izan iba pasando de curso sin repetir. Le preocupaba mucho más el pequeño, el maestro le había escrito una nota porque se entretenía dibujando lanchas perseguidas por helicópteros a sus 11 años.
Ella siempre procuró que sus hijos se enterasen de lo menos posible, pero el pequeño siempre fue más espabilado que Izan. Absorta en sus dos hijos, sus pensamientos se agolpaban.
Tenía que hacer algo y hacerlo pronto. Su cuerpo la obligaba a no tardar.

CAPÍTULO 11
A pesar del paso de los años y de sus elecciones vitales, Mari Luz conservaba la inteligencia de siempre. Al salir del médico, quiso informarse sobre Pablo y visitó el instituto de nuevo para hablar con dos profesoras que le dieron clase en su época a las que tenía cariño, disfrazando su interés con el hecho de que era el tutor de su hijo. La respuesta la tranquilizó, era un buen hombre y tenía vocación.
Una vez resuelta su duda, se reunió con otras madres, cuyas vidas eran parecidas a la de ella. Ahí también supo sacar partido de su ingenio y les contó el plan como si la idea hubiese salido de ella. Sabía que si les contaba la verdad, las posibilidades de éxito eran nulas.
CAPÍTULO 12
A Pablo le extrañó recibir un mensaje de Mari Luz en el que le pedía cita para una tutoría. Acababa de terminar una con otra madre que venía a quejarse por algo tremendamente absurdo y le quedaba poca energía. Contestó al final de la jornada y quedaron para el siguiente lunes.
Mari Luz fue directa, no se anduvo por las ramas y le preguntó que cómo pensaba ejecutar su idea porque ella no lo veía tan fácil.
Pablo vio que había despertado la chispa en Mari Luz y le explicó los pormenores. Si el dinero iba al AMPA, él hablaría con la presidenta y gran parte se invertiría en material que hacía falta en las aulas. Para el curso siguiente tenía un plan en mente.

CAPÍTULO 13
Durante el recreo, Pablo se acercó a la puerta del AMPA y vio allí a Cristina. Le propuso la idea de que algunas madres querían colaborar aportando dinero y Cristina le dijo que si era material fungible no había problemas.
Así que días después, el AMPA recibió 750 euros que invirtió en bombillas para las pizarras digitales, folios y cartulinas para cada aula y muchos más materiales que la administración tardaba siempre en proporcionar.
Es cierto que ese dinero fue aportado por Mari Luz y otras dos madres, pero fue suficiente para hacer el desarrollo de las clases más ágiles para todos.
CAPÍTULO 14
El año anterior, la dirección del centro había compartido un enlace de Amazon donde por cada compra hecha, podías seleccionar un centro educativo y la empresa donaba parte de ese dinero al instituto para comprar una serie de productos.
Pablo habló con la dirección y el AMPA para proponer lo mismo para el próximo curso, pero a través de donaciones de padres. Así podrían usar ese dinero para pintar el instituto, mejorar el mobiliario y climatizar las aulas.
A todos les pareció bien, y más si era de manera voluntaria. Pablo sonrió interiormente, había encontrado el resquicio.

CAPÍTULO 15
Los ingresos aumentaron exponencialmente los cursos siguientes. La vida en el centro era mucho más cómoda para los que trabajaban en él: nuevo mobiliario, climatización en las aulas… Los alumnos se sentían a gusto y se notaba en su rendimiento.
Al cabo de tres cursos, Pablo propuso en un Consejo Escolar que ese dinero sobrante que el AMPA obtenía voluntariamente se destinara a becas para el alumnado que tenía dificultades para seguir sus estudios por cuestiones económicas. Planteó también que un comité del centro eligiera cada año a dos alumnos.
Fue un debate intenso con posturas diversas, hasta que los votos de los alumnos inclinaron la balanza hacia el SÍ.
CAPÍTULO 16
Habían pasado diez años desde que Mari Luz acordó con Pablo llevar su idea a cabo. No había sido fácil para ella, porque había fases en que su cuerpo estaba débil y tuvo que aguantar cuchicheos y malas caras por considerarla una vendida. Incluso llegó a perder alguna amistad, pero por otra parte más personas se sumaban poco a poco a su propuesta. De las tres madres del primer año, a día de hoy ya había más de quince en el centro y otras madres que conocía había llevado la propuesta a los otros cuatro centros de la localidad. Incluso se rumoreaba que pronto se extendería el concepto a todo el Campo de Gibraltar.

CAPÍTULO 17
Una veintena de alumnos de la ciudad se habían beneficiado de esas becas en estos años. Algunos para poder pagarse la matrícula y el alojamiento, otros para tener una segunda oportunidad. Tantos los centros como el ayuntamiento recibían reconocimientos desde la Consejería de Educación y se llegó a hacer algún reportaje en el canal autonómico.
Pablo miraba estas felicitaciones desde la distancia. No sentía orgullo por lo que había iniciado, pero sí satisfacción al comprobar cómo se podía hacer realidad aquella frase de Mandela que decía que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Si nada lo impedía.
CAPÍTULO 18
Mari Luz estaba satisfecha, había podido ver como sus hijos se habían labrado un camino. El mayor trabajaba como informático y el pequeño mejoró desde que coincidió con un profesor de Dibujo que le enseñó que podía dibujar algo más que lanchas y pensaba estudiar Diseño Gráfico.
Su enfermedad había remitido y se sentía obligada a reconocerle a Pablo su contribución a su familia y al pueblo. Movió cielo y tierra hasta que el ayuntamiento y el centro permitieron colocar una placa con su nombre en la avenida del instituto.
Pablo no se enteró del acto hasta el mismo día. Se acercó a Mari Luz y ambos se dieron un largo abrazo en silencio.

CAPÍTULO 19
Pablo comenzó a ser feliz esos años. Su idea crecía y también había conocido a María, una compañera de un pueblo de la sierra de Cádiz que supo ver en él sus mejores cualidades. En la inauguración de la placa, María estaba incluso más contenta que él.
A pesar de que la vida parecía sonreírle, Pablo no se quitaba de la cabeza lo que opinaría su padre de él. Incluso tenía una pesadilla recurrente en la que quería hablar con él y su padre lo ignoraba.
Se consolaba con no tener ningún trato con los grandes narcos, pero sabía que su padre le diría que eso era hacerse trampas al solitario. Los hijos de esta gente no estudiaban en centros públicos.
CAPÍTULO 20
La idea ya se había implantado en toda la comarca a los quince años de su puesta en marcha. Los centros se mostraban orgullosos y compartían en redes sociales todo lo que conseguían sus alumnos y los diferentes alcaldes se sumaban al éxito de la propuesta, a veces compartiendo desvergonzadamente el mérito.
Para arreglar los problemas de la ciudad, varios alcaldes habían tenido ideas imaginativas, pero poco realistas. Por ello, cuando una funcionó de verdad, todos corrieron a subirse en el barco.
Pablo los observaba con una sonrisa irónica. Mientras funcionara para los chavales, como si hacían triples saltos mortales.

CAPÍTULO 21
Aquella mañana, Pablo escribía en la pizarra la portada del tema 4 cuando pegaron en la puerta. Era Izan. Pablo sonrió con afecto, pero Izan parecía apesadumbrado. Pablo salió al pasillo e Izan le contó que su madre había muerto hacía tres semanas. El cáncer de mama al que Mari Luz le había ganado varias batallas, finalmente había vencido al volverse más virulento. Para eso no había dinero, legal ni ilegal, que pudiera impedirlo.
La noticia impactó a Pablo. Abrazó instintivamente a Izan y le dijo que lo sentía, nunca supo que estuviera enferma. Antes de irse, Izan entregó a Pablo una carta que su madre le había pedido que le diera.
CAPÍTULO 22
Pablo guardó la carta en su bandolera para leerla en casa. Llegó a la hora de comer y antes de preparar nada, se sentó en la cocina y abrió el sobre. En la carta, Mari Luz había escrito tres veces la palabra “GRACIAS” con los que iniciaba los tres párrafos que tenía la hoja.
El primer gracias era por haber ayudado a sus hijos.
El segundo era por permitirle redimirse, haciendo algo positivo por los demás. Incluso se había reconciliado con sus padres.
El tercero era por haber confiado en ella sin pensar que era un deshecho social.
Cuando María llegó a casa, se asustó al ver a Pablo que sujetaba un folio arrugado entre las manos mientras lloraba. Lloraba desconsoladamente.

CAPÍTULO 23
El tiempo pasa para todos y no iba a ser menos para los gayumberos, muchos superaban la cincuentena. El problema para los grandes capos es que no tenían cantera de la que tirar. La nueva generación, los hijos de sus “empleados”, tenían otros pensamientos ayudados por la idea de Pablo. No todos, evidentemente, seguía habiendo gente a la que le gustaba ese camino, pero no eran suficientes.
Su negocio peligraba. Por ello, se pusieron en contacto a través de sus abogados, algunos muy conocidos, con gente influyente que tenía contactos importantes. Dos semanas después, se publicó que el comisario Arana vendría a hacer una inspección en la ciudad
CAPÍTULO 24
El comisario Arana había nacido accidentalmente en Bilbao mientras su padre estaba destinado como guardia civil en la ciudad y a los cinco años volvió a Madrid. Quiso seguir la saga familiar y llegó a ser un comisario importante en la capital. Siempre estuvo relacionado con otros comisarios a los que en ocasiones recurría el ministerio de Interior para hacer el trabajo sucio que no se podía hacer en una democracia, eran parte del Estado Profundo.
“Yo soy un perro del poder” decía muchas veces Arana para provocar las carcajadas de aquellos que le reían las gracias. Lo que nadie sabía es que lo decía con orgullo.

CAPÍTULO 25
Arana llegó el martes a primera hora a la comisaría de La Línea y le esperaban el oficial Ríos y la agente Molina, que era el enlace que tenía el centro de Pablo. Se habían enterado del motivo de la visita de Arana, analizar el dinero entregado en los centros educativos, y querían explicarle el funcionamiento de la ciudad y del centro en cuestión.
Arana llegó y antes de que abrieran la boca los cortó en seco. A él no le interesaba pensar, solo actuar. Tenía una orden y la cumpliría lo antes posible. Luego se encerró en el despacho que tenía preparado y pidió un alojamiento en Algeciras. “No quiero vivir al lado de una zona robada a España” – gritó antes de cerrar la puerta.
CAPÍTULO 26
A lo largo de la mañana del jueves, Pablo vio a un grupo de policías en el despacho del director que tenía el rostro contrariado. Supo luego que exigían un listado con los ingresos voluntarios que había obtenido el instituto en los últimos años donde aparecieran los donantes. El director le dijo que la principal donante e impulsora había fallecido.
Arana apretó las manos entre sí, era algo que no esperaba. Pero al salir del centro se fijó en la placa que había en la avenida y preguntó por ese tal Pablo. Buscó y rebuscó algo sobre él, pero no encontró nada, ese tipo parecía casi un monje.
Así que decidió que era hora de llamar a sus amigos de la prensa.

CAPÍTULO 27
Hay algo peor que una mentira, una media verdad. Y hay verdaderos especialistas en ello. Fue con esa gente con las que contactó Arana para resolver pronto el asunto. En varios diarios digitales salieron una serie de artículos sensacionalistas en los que aparecían documentos poco fiables que hablaban de una relación directa entre narcos y financiación educativa en el Campo de Gibraltar. Incluso, aparecieron otros artículos donde testigos sin identificar mencionaban a Pablo directamente como enlace entre ambos mundos, insinuando que se quedaba con parte de los ingresos.
Pablo ignoraba esos titulares, sabía que eran bazofia que solo buscaban escándalo.
CAPÍTULO 28
Pablo recibió una llamada el domingo temprano. Era un compañero que le pedía que viera El Globo de esa mañana. Buscó el enlace en el móvil y vio que la portada se dividía en dos grandes fotos.
A la derecha aparecía el comisario Arana, al que Pablo solo había visto una vez en el Casuso soltando improperios a maestras jóvenes. Iba vestido con ropa deportiva ajustada y acompañaba a la foto un título: “Héroe de nuestro tiempo”.
Al otro lado aparecía una foto de él mismo que habían cogido sin permiso de sus redes sociales que titulaban “El Walter White del sur” con un claro desconocimiento del argumento de la serie. Pablo solo emitió un sonido propio de su origen: “Che”.

CAPÍTULO 29
Hacía unos años un compañero de Pablo había hecho un experimento social con los alumnos de Bachillerato sobre el peligro de la difusión de bulos y había tenido cierta repercusión. Pablo admiró ese trabajo, pero ahora iba a comprobar que nadie había aprendido nada.
Tras la publicación de su foto en un gran diario, los digitales llevaron a periodistas a las tertulias televisivas dando como cierto el hecho de que Pablo había obtenido beneficio y opinaban sobre su vida, su trabajo o lo que debía hacer.
Ninguna crítica afectó en exceso a Pablo. En todo este tiempo nadie había sido más duro con él que él mismo y el recuerdo de su padre.
CAPÍTULO 30
Fue tal el volumen de información sobre el tema que en la ciudad aparecieron las primeras críticas. Y no se sabe si por temor o convencimiento, el ayuntamiento y los directores de los centros anunciaron una investigación y la paralización inmediata de los ingresos.
Pablo había sido el encargado de informar y ayudar en el papeleo a los alumnos que recibían la beca. Con tacto, hacía entender que era una ayuda para el futuro de la ciudad, no una limosna que hiriese la dignidad de la familia que la recibía.
Fue muchísimo más duro reunirse con las familias que iban a recibir la beca ese año. Tenía que decirles que se había cancelado. Quizá para siempre.

CAPÍTULO 31
Pablo siempre siguió el consejo de tener una excelente relación con las limpiadoras y conserjes del instituto. Gracias a ello, Isabel le hizo el favor de abrirle la puerta por la tarde. Al entrar, subió al segundo piso y entró en el aula que daba a la avenida.
Desde allí vio que se habían congregado unas 300 personas alrededor del centro gritando varias consignas. De pronto, se hizo un silencio y apareció una persona con un cincel y un martillo que, con no más de diez golpes, rompió la placa dedicada a Pablo mientras los asistentes aplaudían y jaleaban.
Alguien le tocó la espalda. Pablo sabía que era María. “Sabía que te molestaría” le dijo ella. Él solo asintió.
CAPÍTULO 32
Tumbado vestido en la cama mientras escuchaba su disco de rock que había recopilado, Pablo repasaba las últimas semanas. Lo de la placa había sido la gota que colmó el vaso, aunque le dolía más la actitud de mucha gente que antes le respetaba. De tanto repetir una mentira, al final muchos pensaron que lo que decía la prensa era verdad.
Sin embargo, había momentos en los que pensaba que se merecía lo que estaba pasando. Pensaba que a todo crimen debe seguirle un castigo, aunque desearía que le acusaran de lo que había hecho, no de lo que habían inventado.
Al menos se alegraba de que Mari Luz no estuviera aquí para ver lo que estaba pasando. No hubiera sido justo para ella.

CAPÍTULO 33
Arana había vuelto a Madrid hacía semanas. No había encontrado nada real contra Pablo, pero había destrozado su idea y su honestidad. Con mejores o peores artes, el trabajo estaba hecho.
Pablo tuvo que aguantar rumores, malas caras y, lo que más le dolía, algunos alumnos pidieron cambiarse de su clase.
A las tertulias televisivas se le pasó pronto el interés por La Línea y pasaron a hablar del tema de las okupaciones, pero en la ciudad no se olvidaba el tema. El día que arrancaron la placa asistieron muchos que antes hinchaban el pecho cuando alguien hablaba de la mejora educativa y social en la ciudad. La rueda había girado.
CAPÍTULO 34
Pablo y María hablaron, habían cumplido los 35 años de servicio y decidieron jubilarse juntos. Seguirían viviendo en La Línea, pero tendrían más tiempo para pasar algunas temporadas en el pueblo de ella o para visitar a la madre y hermanos de Pablo.
Fue en una de esas visitas a Valencia cuando en una conversación con su familia se reconcilió con el recuerdo de su padre. Le dijeron que tal vez no aprobase las formas, pero que seguro que estaría muy orgulloso de su hijo porque había hecho que en la vida de muchos chavales apareciera la esperanza de un futuro mejor.
CAPÍTULO 35
La Línea volvió a ser la de antes, con gran parte de su juventud buscando salir fuera y otra eligiendo el dinero rápido. Pablo se cruzaba con tres tipos de personas en las caminatas que daba con María por los paseos marítimos: los que le miraban por encima del hombro, los que le saludaban con afecto y agradecimiento y los que agachaban la cabeza por vergüenza.
Ese día iba solo porque María iba a la piscina, había muy poca gente porque ya anochecía rápido. Al pasar por la iglesia de la Atunara pensó en Mari Luz, no había tenido que ser fácil estar en su lugar.
Mil pensamientos más se mezclaron en el tiempo hasta que se percató de que había cruzado toda la ciudad.