
El superintendente John Field de la Policía de Gibraltar es uno de los oficiales que lleva más tiempo desempeñando su labor en la Jefatura local después del comisionado, Richard Ullger.
Treinta años de carrera de un policía le han servido para curtirse en una profesión no siempre reconocida pero que representan toda una vida de servicio al ciudadano. Ahora, Field, repasa tres décadas en las que este oficial ha sido testigo de numerosas actuaciones policiales, algunas de ellas, relevantes por su importancia, otras, llamativas por las circunstancias en las que se desarrollaron.
John, que había sido plomero con anterioridad, se unió al RGP el 23 de marzo de 1992 a la edad de 21 años. “Desde que tengo memoria, yo era el único niño que iba a fiestas de disfraces disfrazado de oficial de policía. Es todo lo que siempre quise ser. No sé por qué, pero siempre me intrigó vigilar y corregir las cosas malas que unos hacen a otros», detalla en las redes sociales.
Entre ellas, el agente destaca una especialmente, que dio mucho que hablar y que sigue siendo recordado como uno de los casos más inusuales de los que se hizo cargo la policía gibraltareña. En 1996, John era detective en el Departamento de Investigación Criminal.
«Fue un buen caso. Atrapé a esta mujer de La Línea, condenada por unos 16 robos, uno de ellos cometido a la abuela del actual comisario. Cuando la atrapé llevaba un montón de joyas que pertenecían a los robos que había cometido durante solo un día».
Meses después, John tuvo que organizar una rueda de sospechosos para identificar al autor de los robos. «Teníamos una testigo que recordaba que sus dientes eran realmente horribles. Nos preocupaba que no pudiera identificar al sospechoso. Así que ella me miró, yo miré al abogado y el Inspector de Identificación dijo ‘¡Bien, todos abran la boca! No puedo recordar qué número era, pero en el momento en que vio a la persona y sus dientes dijo ‘¡esa es la mujer! Y terminó declarándose culpable».
Un agujero para escaparse de la prisión
En otro de los casos, durante una noche en el verano de 1996, los oficiales de la RGP llegaron a la antigua prisión Morish Castle donde un prisionero había cavado cuidadosamente un agujero de escape a través de la pared de su celda. «Astutamente, el agujero fue escondido por un cartel, permitiendo al hombre escapar cada noche cuando recorría Gibraltar libremente, antes de volver a su celda a la mañana siguiente. Recuerdo recibir una llamada del Superintendente interino de la Prisión, Daniel Agius. Fui a la prisión y me mostró este enorme agujero en la pared. El prisionero había estado sacando arcilla y cemento y salía por la noche. Cubrió el agujero con un mapa del mundo como en la película ‘Cadena Perpetua’ para camuflarlo hasta que finalmente nos dimos cuenta de lo que estaba pasando, fue acusado y condenado».
A lo largo de las décadas, John ha trabajado en la mayoría de los departamentos especializados del RGP, pero fue en el Departamento de Investigación Criminal y el Escuadrón de Drogas donde asegura, más disfrutó.
«Me encanta la emoción de la persecución, investigar, asegurar pruebas y perseverar hasta que tengas lo que necesitas para detener a un sospechoso».
Al preguntarle qué es lo mejor de ser un oficial de policía, responde: «Nunca sabes lo que va a aterrizar en tu plato». “Cada día se presentan nuevos desafíos. Lo peor de este trabajo es cuando tienes que comunicar una triste noticia por personas que hayan fallecido.
Un oficial solidario
En su tiempo libre, John y su compañera Tania, que también es oficial de policía en el RGP recaudan dinero para la Fundación ‘Animals In Need’.
A John le preguntaron si recomendaría una carrera en la policía a aquellos que piensan en unirse al RGP en la próxima campaña de reclutamiento. Y él no duda: «Yo diría definitivamente que sí». «La policía es todo lo que siempre he querido y todo lo que he tenido. Y me ha dado mi estatus, ha alimentado a mi familia y me ha mantenido durante todo el tiempo. Es un muy, muy buen camino para emprender en su carrera. No está sin sus desafíos y sus altibajos. Pero tienes que estar aquí por una vocación. Para mi siempre trato de hacer el bien a todos y corregir las injusticias que le han sucedido a otros».
Por ahora no se le ha cruzado por el pensamiento dejar su trabajo. «Lo disfruto, todavía tengo energía y me gusta trabajar con la gente».